Posted by : Yuki
jueves, 2 de julio de 2015
El gnomo se acercó silbando al gran puente de piedra que daba acceso a la ciudad y se secó el sudor con el reverso de la manga.
A pesar del gélido clima del territorio de Ungoloz, el gnomo sentía calor. El sol apenas era un borrón oscuro bajo el cielo plomizo pero el sabia el motivo: “El fuego anidaba en su sangre”.
Lo había descubierto apenas siendo un niño cuando se dedicaba a jugar entre las pertenencias de la vieja bruja del pueblo. Todos los niños de la aldea temían a la anciana conocedora de oscuros secretos mágicos y solían retarse para entrar en su casa y robar una pluma del pájaro que tenía como mascota.
El gnomo no tenía miedo a nada, o al menos eso quería hacer creer a sus amigos cuando se coló con dificultad por una de las ventanas buscando el codiciado tesoro. Paso a paso el temor a encontrarse con la bruja y que lo convirtiese en un sapo le hacía templar como una hoja y sentía bajo su piel su sangre quemándole a través de las venas.
Curioseaba entre cientos de frasquitos de colores y aguzaba el oído. De pronto tropezó con una baldosa suelta y tras de sí unos pasos que se acercaban a su posición.
Su corazón latía cada vez más rápido y sentía su sangre como aceite hirviendo y notaba como ese calor subía y subía a través de sus brazos hasta las puntas de sus dedos. Todo pareció volverse negro, desprovisto de sonido y de luz por un instante y despertó del trance al oír los gritos de la anciana, que trataba de apagar sus ropas envueltas en llamas.
El gnomo se encogió debajo de una mesa y cerró los ojos hasta que una mano amable lo hizo salir de allí.
- Tranquilo pequeño, serénate o acabarás quemando toda mi casa hasta los cimientos!- la voz de la anciana trataba de sonar tranquilizadora.
- No ha sido culpa mía…yo solo…sentía como si quemase por dentro y después…de veras que lo siento, por favor, no me convierta en un sapo con verrugas!
La anciana tomo la palmas de las manos del gnomo en las suyas y las miro con determinación.
- No hay nada de lo que asustarse. ¿Quién eres?
- Soy el tercer hijo de los Perkins, los zapateros del pueblo mi nombre es Thir!
- De acuerdo, así que eres el hijo de Sten y Nola Perkins, dime pues. ¿Crees que podría hablar a solas con tus padres?
- No! Por favor, se lo suplico, no hable con ellos. Me encargaré de trabajar para pagarle lo que he roto! No me acuse con ellos!- el gnomo estaba a punto de llorar.
-Que manía con adelantar acontecimientos tienes…no hay ningún problema que tratar, tan solo quiero preguntarles si te dejarían estudiar conmigo, ser mi aprendiz.
-¿Yo? ¿Su aprendiz? Pero…yo no soy una vieja bru…..quiero decir…yo no se nada de magia- se sonrojó- además, apenas se leer o escribir mi propio nombre.
- Te preocupas por detalles insignificantes. Verás, veo que tienes potencial en la magia y me gustaría que vivieses aquí conmigo para aprovechar ese don natural que tienes, algún día podrías llegar a ser un gran elementalista. La pregunta que debes hacerte es ¿es lo que quieres?.
Apenas hubo puesto en orden el desastre de la choza de la anciana, el gnomo tiro de su manga para guiarla a casa de sus padres. Ser un mago estaba mucho más allá de los sueños que el hijo de unos zapateros humildes puede tener y sus padres aceptaron encantados. Esa misma noche se despidió de sus hermanos y marcho a su nueva vida.
El aprendizaje con la anciana Mara nunca fue un camino de rosas pero sabía recompensar su esfuerzo y siempre lo trato con cariño, como si de un hijo se tratase.
Un día, a punto de cumplir la mayoría de edad la anciana lo llamo a la cabecera de su cama.
- Mi querido aprendiz, como ves, los días de esta pobre anciana están tocando a su fin. Las tinieblas anidan en mis ojos y apenas soy capaz de leer un libro. Eres un buen mago y debería partir en busca de alguien que pueda enseñarte lo que no puedo ofrecerte.
- Pero Maestra, en su estado es cuando no puedo dejarla sola, alguien tiene que ayudarla ahora que no puede ver… ¿Quién va a cuidar de usted? ¿Qué será de mi ahí fuera?- el gnomo cogió su mano arrugada entre las suyas.
- Tengo el cariño de la gente del pueblo y tus eres demasiado bueno para quedarte como el mago de una aldea perdida. Te he preparado una mochila y mañana partirás hacia la capital de Ungoloz, donde se celebra el mercado de la Magia. Allí le darás una carta de mi puño y letra a Ionas un antiguo aprendiz que de seguro te ayudara a acabar tus estudios. Tienes comida y dinero para el viaje y sé que eres tremendamente listo, sé que saldrás adelante.
Desde aquella noche de despedidas había dejado atrás su casa, a sus seres queridos e incluso se había adentrado en una tierra totalmente diferente. Aquella aventura estaba tocando a su fin dando comienzo a otra en cuanto entregase la carta al tal Ionas en la ciudad.
El sol casi anunciaba el medio dia cuando llego su turno en la cola para entrar en la ciudad, y sentía mariposas en el estómago.
Saludo de buena gana a los guardias que le miraban incrédulos y le señalaban al pasar. ¿acaso nunca habían visto un gnomo? Los soldados gritaban, algo iba mal.
Una mano lo asió en el aire y quedo pataleando como un muñeco mientras media docena de guardias le apuntaban con sus armas.
- ETBESAL GROMJOL! QUEDAS ARRESTADO POR LA GUARDIA DE UNGOLOZ!
El gnomo intento pronunciar alguna palabra para defender su inocencia pero los guardias lo cargaron de cadenas.
- Señores…esto debe ser un terrible error en realidad yo solo…
- Ja! Muy bueno rufián! Pero esta vez no nos dejaremos engañar, vas directo a una mazmorra con vigilancia.
- De verdad…yo me llamo…- el pobre gnomo fue amordazado sin piedad.
- Guarda tus historias para las ratas del calabozo….
- O para el hacha del verdugo- bromeo otro guarda mientras todos estallaban en carcajadas.
Estaba tan asustado que apenas pudo defenderse de camino a los calabozos, quizás allí podría comentarles que se trataba de un error….si le dejaban hablar.
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