Posted by : Yuki
viernes, 3 de julio de 2015
Olía a nieve. Los animales más pequeños iban poco a poco resguardándose en sus refugios para recibir la entrada del invierno en sus madrigueras hasta la primavera.
Vixas miró dentro del cofre de suministros de su cueva y calculó que no tendría suficiente para pasar el duro invierno. Podría prescindir del tabaco de su pipa y podría alimentarse delo que bosque ofreciese pero no tendría más remedio que acercarse a la ciudad a por algunos suministros más concretos.
Odiaba bajar a la ciudad. Era una ciudad fría, llena de piedra y hierro, llenas de animales usados como esclavos y mil barbaridades. Los humanos sin duda eran una raza de idiotas que tenían aún mucho que aprender, pero no tenía más remedio que bajar a por provisiones.
Recontó por última vez las provisiones de su pequeño almacén y busco entre las rocas un pequeño saquito con unas monedas y se quedó mirándolas con curiosidad. ¿Qué tenían de especial esas piezas de hierro? Había visto a muchos morir y matar por ellas, era algo incomprensible, pero si bajaba al pueblo de los humanos tendría que seguir sus reglas.
Se ajustó sus pieles, se colocó sus botas para la nieve y se puso en marcha montaña abajo.
Había nacido en los bosques, y conocía cada uno de sus movimientos, sus olores y sus sonidos como los de un recién nacido reconoce a su madre. Su propia madre había dado a luz en la cueva que les servía de refugio en el invierno y le había ido enseñando paso a paso a desenvolverse en el bosque y en sus secretos.
También le había enseñado a desconfiar de aquellos ajenos al bosque, al que por experiencia solo acudían cuando necesitaban recursos o simplemente para divertirse a costa se su sufrimiento, aquello le hacía hervir la sangre.
A mitad de camino encontró un par de trampas en las que varios animales habían caído, sintió deseo de ayudarlos pero el equilibrio podía verse perturbado y apretando los dientes siguió bajando la montaña camino a la ciudad.
Al encontrarse justo ante las puertas de la ciudad respiró hondo, se ajustó la capa y entro intentando no mirar a los ojos a ningún extraño, compraría lo que había bajado a buscar y volvería a su refugio, olía a nieve y prefería estar a salvo cuando estallase la tormenta.
De pronto escucho un gran alboroto en una de las calles contiguas a donde se encontraba, la gente chillaba y pateaba el suelo…pero por encima de ellos una voz gritaba pidiendo ayuda.
No se lo pensó y corrió entre la multitud en busca de aquel grito de auxilio, donde pedía sin cesar que se le devolviese a sus hijos.
Un grupo de unas 20 personas rodeaban a la infeliz que estaba siendo atacado con lanzas y atada con cadenas. En su piel podían apreciarse latigazos y golpes y a pesar de que pedía clemencia todos lo señalaban y se reían de su desgracia.
- Malditos salvajes ¿Qué hacéis? No veis que está sufriendo? Se ve claramente de que acaba de dar a luz. Malas bestias, devolverle a sus hijos- gruño el elfo entre dientes.
Un hombre en estado de embriaguez le dio un codazo y empezó a mofarse de él.
- Parece que el aguamiel se te ha subido a ti a la cabeza antes que a mí, amigo, van para la arena donde veremos una buena pelea. Relájate y apuesta unas monedas.
Aquella parte en la que los externos al bosque hacían prisioneros y los obligaban a luchar por diversión era la parte que mas detestaba. Volvió a abrirse camino entre la multitud y se puso entre ella y sus captores.
- Pasareis sobre mi cadáver antes que llevarla ante tal martirio. Soltadla y devolved a su progenie, no me obliguéis a desatar toda mi ira…- Vixas se colocó en posición defensiva con su bastón y enseño los colmillos como un lobo acorralado.
Las risas y los primeros hombres armados no tardaron en llegar y aunque consiguió esquivar bastante bien los primeros golpes era evidente que le superaban en número y pronto cayeron sobre el, inmovilizándolo en el suelo.
- Te has metido en problema orejas picudas, y sobre todo te has metido en un problema por una osa roñosa. ¿Quieres jugar con los animalitos? Quizás deberíamos tratarte como un animalito también. – el hombre a sus pies sonrió e hizo una señal a un grupo que le trajo inmediatamente un hierro candente.-Despojadlo de sus ropas, vamos a ver quién manda aquí….
El grupo rasgo las vestiduras de Vixas dejando su piel curtida por el sol a descubierto sobre la nieve y sujetándolo de espaldas contra el suelo. El hombre que tenía el hierro candente en la mano coloco una de sus botas sobre los hombros del elfo y presiono el hierro al rojo sobre la carne de su hombro.
El grito que Vixas profirió parecía más un rugido que un sonido humano y apenas pudo mantener el conocimiento por el dolor que recorría su hombro, se levantó en trance y empezó a golpear y morder a todos los que estaban a su alrededor.
Todo se volvió de color rojo y se movía como empujado por una fuerza invisible.
Cuando todo termino y volvió en si, se encontró rodeado de cuerpos a sus pies, no sabia si estaban o no muertos grito y cayó de rodillas confuso. El hombre que le había marcado la
espalda estaba protegido por un grupo de soldados que se acercaban amenazantes hacia el druida y consiguieron encadenarlo.
Una vez estuvo bajo control, el hombre que le había marcado se acercó a la osa con una ballesta y apunto a su cabeza.
- Y esto escoria, es para que lo recuerdes mientras te pudres en una celda, nadie se mete con el General Drakkar y sale ileso para contarlo.- escupió y apretó el gatillo.
Vixas se abandonó al dolor mientras era arrastrado a través de la nieve de la ciudad. Nunca olvidaría ese nombre y le haría pagar el dolor que había causado
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